Artículo publicado en Boletín de Socialismo Revolucionario. Nº de Diciembre (Invierno), 2011. 4ª entrega.
Las elecciones del 20 de Noviembre parecen haber dado a la derecha un triunfo incontestable. El PP ha obtenido una mayoría absoluta en el Congreso de los diputados que le concede un amplio margen de maniobra para llevar a cabo sus políticas. Esto parece chocar con el gran clima de movilización que se ha vivido en el Estado español desde la primavera pasada, cuando el 15-M despertó las conciencias de grandes capas de la juventud y los trabajadores. ¿Cómo podemos explicar esto?
Lejos de todo derrotismo, los resultados admiten una lectura más profunda. Si analizamos el número de votos recibidos por cada partido, comprobamos que el Partido Popular apenas ha podido convencer a medio millón de nuevos votantes. El PSOE, por el contrario, ha perdido más de 3 millones y medio de apoyos. El gran rechazo generado por el PSOE es por tanto el factor que ha marcado la verdadera diferencia. Esto demuestra que la gran mayoría de los ciudadanos asocia la crisis y los recortes a la gestión del Partido Socialista al frente del gobierno de la nación. Todo ello a pesar de que el Estado español es autonómico y el PP ya ha llevado a cabo recortes en muchas comunidades donde gobierna. No se trata de disculpar al PSOE, sino de explicar por qué el PP no ha perdido apoyos.
La respuesta de los electores españoles es similar a la de griegos e irlandeses. Acostumbrados a la clásica alternancia de partidos de los sistemas representativos bipartidistas, los ciudadanos tienden a echar la culpa al partido gobernante y creen encontrar en el principal partido de la oposición una solución de gobierno. Son víctimas de una alucinación transitoria, de un breve espejismo que se desvanecerá en unos meses, tan pronto como el PP empiece a aplicar las nuevas medidas de ajuste exigidas por la Unión Europea, los mercados y los grandes empresarios y banqueros españoles.
Gran parte de la población cree también ingenuamente que dar el poder a una organización más afín a los ‘grandes empresarios’ atraerá nuevas inversiones y creará trabajo en España, calmando por fin a los mercados. La realidad es bien distinta y el tiempo acabará poniendo a cada uno en su sitio. Son los grandes empresarios los que, actuando libremente, sin la necesaria supervisión de los Estados, han provocado especulando la actual crisis económica. El inmenso poder del que disfrutaron los últimos años los bancos y las constructoras españolas para hacer y deshacer a su antojo es el mejor ejemplo. Con un Estado ciego y maniatado alimentaron el ‘boom’ del ladrillo que hoy nos ha llevado a una crisis sin precedentes.
A nivel nacional UPyD e Izquierda Unida parecen los grandes beneficiarios de la sangría socialista. El partido de Rosa Díez ha subido más de medio millón de votos y ha pasado de 1 a 5 diputados. El buen tratamiento que Rosa Díez recibe de los medios esconde sin embargo un preocupante programa político, que coloca en el centro la cuestión de la nación española (su españolismo está muy lejos del débil federalismo del PSOE) para evitar hablar de temas más espinosos como la política financiera o los derechos sociales, donde la formación rosa no se diferencia en nada de Partido Popular y Partido Socialista. Uno de sus portavoces por Madrid, Álvaro Pombo, defendió de hecho el copago durante la campaña.
Aunque esta formación ha podido ganar apoyos entre antiguos votantes socialistas, la postura de plataformas como Democracia Real Ya o el movimiento Anonymous, que animaban a votar a “partidos minoritarios”, sin distinguir entre aquellos que ponen en primer plano la lucha contra el sistema capitalista y aquellos que no lo hacen, es también responsable de su ascenso. En verdad, si no queremos ser “mercancía en manos de políticos y banqueros”, debemos denunciar por igual a todos los partidos capitalistas, incluyendo a aquellos partidos “minoritarios” que, como UPyD y otros partidos nacionalistas (Partido Andalucista, Coalición Canaria, Foro Asturias, etc.) no plantean ninguna amenaza a la dictadura de los banqueros.
El otro gran beneficiario de las elecciones parece Izquierda Unida, que ha ganado 70.000 votos y ha pasado de 2 a 11 diputados. Esto va a permitir escuchar en el Parlamento una voz sólida contra los nuevos recortes que, sin duda, va a aplicar el Partido Popular tan pronto tome las riendas del gobierno. A este éxito ha contribuido sin duda el cambio en la dirección, donde el conciliador Gaspar Llamazares dejó paso a Cayo Lara, una voz mucho más crítica con las políticas neoliberales del PSOE.
Los buenos resultados de IU no deben ocultar algunos riesgos. La coalición parece obsesionada con atraer a los antiguos votantes del PSOE. Así, en los últimos días de campaña, multiplicó los gestos hacia actores de la órbita socialista, reuniéndose con las cúpulas de Comisiones Obreras y UGT. Este acercamiento, sin embargo, aleja a IU de los activistas que luchan contra el reformismo de estas organizaciones. Aunque sin duda se debe seguir trabajando por la unidad de la izquierda y es probable que CCOO y UGT radicalicen su postura con el PP en el gobierno, el apoyo a estas organizaciones no puede ser incondicional. El único compromiso de la izquierda política debe ser el apoyo a la construcción de un masivo movimiento popular contra los recortes, con o sin los sindicatos mayoritarios.
Otro riesgo es que los nuevos escaños conquistados hagan olvidar a la dirección de IU la necesidad de implicarse en una profunda refundación de la izquierda. No podemos olvidar que el movimiento popular contra los recortes del PPSOE y la dictadura financiera de la UE y el FMI es mucho más amplio y carece de una dirección política. Cuando los capitalistas de todo el mundo trabajan en la misma dirección, parece urgente crear una plataforma política antagónica, un frente amplio, donde todos podamos trabajar a gusto sin perder nuestra identidad: anticapitalistas, ecologistas, sindicalistas, comunistas, socialistas revolucionarios, etc. IU aspira a ser la voz en el Parlamento de este frente amplio. Para conseguirlo tendrá que avanzar mucho en democracia interna, introduciendo mayor horizontalidad en sus organizaciones locales, abriendo sus asambleas a militantes y no militantes y dando mayor capacidad de decisión a las mismas. IU puede ser la voz de este frente amplio, pero para ello debe poner a sus diputados al servicio del movimiento popular, esto es, trasladar la toma de decisiones de una cúpula dirigente a un amplio tejido social de base, en el cual confluyan militantes de esta organización con los de otros movimientos sociales y políticos. Sabemos que estos planes chocarán con toda una capa de dirigentes que han convertido el desempeño de sus cargos en una forma de vida. Si IU quiere aumentar su prestigio deberá sin embargo desplazar a esta casta acomodada.
Por último, debemos señalar un cierto aumento de la abstención (que subió en medio millón de votos, alcanzando prácticamente a un 30% de los llamados a las urnas) y del voto nulo y blanco. Este hecho ha sido aprovechado por algunos (plataformas “apartidistas” como DRY o intelectuales como Vicenç Navarro) para denunciar la falta de legitimidad del PP para aplicar los recortes, al que sólo habría votado un 30% de los españoles. No es menos cierto, sin embargo, que aún es menor el número de los que apoyaron activamente con su voto las opciones de izquierdas que luchan contra los recortes previstos por los partidos capitalistas, opciones que sumaron juntas menos de un 10%. Estos argumentos retorcidos solo pretenden esconder un claro fallo estratégico: el de aquellos que, en lugar de llamar activamente por un voto anticapitalista, han apoyado directa o indirectamente la abstención, impidiendo que la representación de la izquierda real en el Congreso sea mayoritaria.
Socialismo Revolucionario considera un gran error creer que la lucha en el Parlamento y en las calles es incompatible. Los miembros del Comité por una Internacional de los Trabajadores, nuestra corriente internacional, demuestran en todo el mundo que puede trasladarse a las instituciones un discurso rupturista, sin caer en los privilegios de la corrupta política capitalista. Todos nuestros cargos públicos, ya sean concejales o eurodiputados (como el irlandés Paul Murphy), trabajan a las órdenes de asambleas democráticas de la militancia y perciben un sueldo equivalente al de un trabajador medio. Hoy más que nunca es necesaria una organización que luche en la calle contra los ataques a los derechos sociales, defienda una democracia más profunda frente a la dictadura de los mercados que quitan y ponen gobiernos y sirva de altavoz en las instituciones a las verdaderas demandas de la gente corriente.
Artículo publicado en Boletín de Socialismo Revolucionario. Nº de Diciembre (Invierno), 2011. 4ª entrega.
Las elecciones del 20 de Noviembre parecen haber dado a la derecha un triunfo incontestable. El PP ha obtenido una mayoría absoluta en el Congreso de los diputados que le concede un amplio margen de maniobra para llevar a cabo sus políticas. Esto parece chocar con el gran clima de movilización que se ha vivido en el Estado español desde la primavera pasada, cuando el 15-M despertó las conciencias de grandes capas de la juventud y los trabajadores. ¿Cómo podemos explicar esto?
Lejos de todo derrotismo, los resultados admiten una lectura más profunda. Si analizamos el número de votos recibidos por cada partido, comprobamos que el Partido Popular apenas ha podido convencer a medio millón de nuevos votantes. El PSOE, por el contrario, ha perdido más de 3 millones y medio de apoyos. El gran rechazo generado por el PSOE es por tanto el factor que ha marcado la verdadera diferencia. Esto demuestra que la gran mayoría de los ciudadanos asocia la crisis y los recortes a la gestión del Partido Socialista al frente del gobierno de la nación. Todo ello a pesar de que el Estado español es autonómico y el PP ya ha llevado a cabo recortes en muchas comunidades donde gobierna. No se trata de disculpar al PSOE, sino de explicar por qué el PP no ha perdido apoyos.
La respuesta de los electores españoles es similar a la de griegos e irlandeses. Acostumbrados a la clásica alternancia de partidos de los sistemas representativos bipartidistas, los ciudadanos tienden a echar la culpa al partido gobernante y creen encontrar en el principal partido de la oposición una solución de gobierno. Son víctimas de una alucinación transitoria, de un breve espejismo que se desvanecerá en unos meses, tan pronto como el PP empiece a aplicar las nuevas medidas de ajuste exigidas por la Unión Europea, los mercados y los grandes empresarios y banqueros españoles.
Gran parte de la población cree también ingenuamente que dar el poder a una organización más afín a los ‘grandes empresarios’ atraerá nuevas inversiones y creará trabajo en España, calmando por fin a los mercados. La realidad es bien distinta y el tiempo acabará poniendo a cada uno en su sitio. Son los grandes empresarios los que, actuando libremente, sin la necesaria supervisión de los Estados, han provocado especulando la actual crisis económica. El inmenso poder del que disfrutaron los últimos años los bancos y las constructoras españolas para hacer y deshacer a su antojo es el mejor ejemplo. Con un Estado ciego y maniatado alimentaron el ‘boom’ del ladrillo que hoy nos ha llevado a una crisis sin precedentes.
A nivel nacional UPyD e Izquierda Unida parecen los grandes beneficiarios de la sangría socialista. El partido de Rosa Díez ha subido más de medio millón de votos y ha pasado de 1 a 5 diputados. El buen tratamiento que Rosa Díez recibe de los medios esconde sin embargo un preocupante programa político, que coloca en el centro la cuestión de la nación española (su españolismo está muy lejos del débil federalismo del PSOE) para evitar hablar de temas más espinosos como la política financiera o los derechos sociales, donde la formación rosa no se diferencia en nada de Partido Popular y Partido Socialista. Uno de sus portavoces por Madrid, Álvaro Pombo, defendió de hecho el copago durante la campaña.
Aunque esta formación ha podido ganar apoyos entre antiguos votantes socialistas, la postura de plataformas como Democracia Real Ya o el movimiento Anonymous, que animaban a votar a “partidos minoritarios”, sin distinguir entre aquellos que ponen en primer plano la lucha contra el sistema capitalista y aquellos que no lo hacen, es también responsable de su ascenso. En verdad, si no queremos ser “mercancía en manos de políticos y banqueros”, debemos denunciar por igual a todos los partidos capitalistas, incluyendo a aquellos partidos “minoritarios” que, como UPyD y otros partidos nacionalistas (Partido Andalucista, Coalición Canaria, Foro Asturias, etc.) no plantean ninguna amenaza a la dictadura de los banqueros.
El otro gran beneficiario de las elecciones parece Izquierda Unida, que ha ganado 70.000 votos y ha pasado de 2 a 11 diputados. Esto va a permitir escuchar en el Parlamento una voz sólida contra los nuevos recortes que, sin duda, va a aplicar el Partido Popular tan pronto tome las riendas del gobierno. A este éxito ha contribuido sin duda el cambio en la dirección, donde el conciliador Gaspar Llamazares dejó paso a Cayo Lara, una voz mucho más crítica con las políticas neoliberales del PSOE.
Los buenos resultados de IU no deben ocultar algunos riesgos. La coalición parece obsesionada con atraer a los antiguos votantes del PSOE. Así, en los últimos días de campaña, multiplicó los gestos hacia actores de la órbita socialista, reuniéndose con las cúpulas de Comisiones Obreras y UGT. Este acercamiento, sin embargo, aleja a IU de los activistas que luchan contra el reformismo de estas organizaciones. Aunque sin duda se debe seguir trabajando por la unidad de la izquierda y es probable que CCOO y UGT radicalicen su postura con el PP en el gobierno, el apoyo a estas organizaciones no puede ser incondicional. El único compromiso de la izquierda política debe ser el apoyo a la construcción de un masivo movimiento popular contra los recortes, con o sin los sindicatos mayoritarios.
Otro riesgo es que los nuevos escaños conquistados hagan olvidar a la dirección de IU la necesidad de implicarse en una profunda refundación de la izquierda. No podemos olvidar que el movimiento popular contra los recortes del PPSOE y la dictadura financiera de la UE y el FMI es mucho más amplio y carece de una dirección política. Cuando los capitalistas de todo el mundo trabajan en la misma dirección, parece urgente crear una plataforma política antagónica, un frente amplio, donde todos podamos trabajar a gusto sin perder nuestra identidad: anticapitalistas, ecologistas, sindicalistas, comunistas, socialistas revolucionarios, etc. IU aspira a ser la voz en el Parlamento de este frente amplio. Para conseguirlo tendrá que avanzar mucho en democracia interna, introduciendo mayor horizontalidad en sus organizaciones locales, abriendo sus asambleas a militantes y no militantes y dando mayor capacidad de decisión a las mismas. IU puede ser la voz de este frente amplio, pero para ello debe poner a sus diputados al servicio del movimiento popular, esto es, trasladar la toma de decisiones de una cúpula dirigente a un amplio tejido social de base, en el cual confluyan militantes de esta organización con los de otros movimientos sociales y políticos. Sabemos que estos planes chocarán con toda una capa de dirigentes que han convertido el desempeño de sus cargos en una forma de vida. Si IU quiere aumentar su prestigio deberá sin embargo desplazar a esta casta acomodada.
Por último, debemos señalar un cierto aumento de la abstención (que subió en medio millón de votos, alcanzando prácticamente a un 30% de los llamados a las urnas) y del voto nulo y blanco. Este hecho ha sido aprovechado por algunos (plataformas “apartidistas” como DRY o intelectuales como Vicenç Navarro) para denunciar la falta de legitimidad del PP para aplicar los recortes, al que sólo habría votado un 30% de los españoles. No es menos cierto, sin embargo, que aún es menor el número de los que apoyaron activamente con su voto las opciones de izquierdas que luchan contra los recortes previstos por los partidos capitalistas, opciones que sumaron juntas menos de un 10%. Estos argumentos retorcidos solo pretenden esconder un claro fallo estratégico: el de aquellos que, en lugar de llamar activamente por un voto anticapitalista, han apoyado directa o indirectamente la abstención, impidiendo que la representación de la izquierda real en el Congreso sea mayoritaria.
Socialismo Revolucionario considera un gran error creer que la lucha en el Parlamento y en las calles es incompatible. Los miembros del Comité por una Internacional de los Trabajadores, nuestra corriente internacional, demuestran en todo el mundo que puede trasladarse a las instituciones un discurso rupturista, sin caer en los privilegios de la corrupta política capitalista. Todos nuestros cargos públicos, ya sean concejales o eurodiputados (como el irlandés Paul Murphy), trabajan a las órdenes de asambleas democráticas de la militancia y perciben un sueldo equivalente al de un trabajador medio. Hoy más que nunca es necesaria una organización que luche en la calle contra los ataques a los derechos sociales, defienda una democracia más profunda frente a la dictadura de los mercados que quitan y ponen gobiernos y sirva de altavoz en las instituciones a las verdaderas demandas de la gente corriente.